Me sorprendió enterarme hace poco de que el movimiento de las tiny houses (minicasas) se estaba extendiendo por Francia. Me sorprendió porque Francia es, como los Estados Unidos, un país no hecho de ciudadanos ni de ciudades ni siquiera de territorios sino más bien de casas, extensiones y extensiones de casas individuales. La ambición de cualquier francés es un día poder comprarse una casa, a ser posible, «la casa de sus sueños»: con jardín a la francesa, huerto donde cultivar sus frutas y verduras, garaje donde aparcar sus 2 o 3 coches, bodega para acoger los vinos, las conservas y las mermeladas, todas ellas preparadas con los productos del jardín, por supuesto. Conozco a una pareja de pensionistas a quienes la familia les ha echado en cara toda la vida no haber vendido su piso en la ciudad para instalarse en una casa de las afueras como hace todo aquel que se precie.
Así que, como decía, me sorprendió enterarme de que en Francia estaba calando el movimiento de las minicasas. En un artículo de Smoda he leído que la ola viene de los Estados Unidos, ola impulsada por la crisis económica e inmobiliaria, y ola que ya en 2005 impactó las costas de España. Aquí en casa tenemos constructores especializados en minicasas de diseño bioclimático y alta eficiencia energética. En otro artículo de elpais.com he descubierto que el ideólogo del movimiento es por lo visto un japonés. Eso sí que no me sorprende. Venga de donde venga el espíritu reductor y minimalista me parece muy interesante desde el punto de vista económico pero sobre todo desde el punto de vista de hábitos de consumo.
Tengo unos amigos aquí en Francia que hace unos años se compraron una gran mansión con un gran jardín con el objetivo de invitar a menudo a sus numerosos amigos. Hace poco me confesaron que durante meses no pudieron tener invitados – a pesar de ser muy dados a la relación social- porque los fines de semana se les iban ordenando y limpiando la casa por un lado y ocupándose del jardín por el otro. En realidad, ¿quién posee a quién? Alguien nos vendió la historia de que hay que tener una casa, y cuanto más grande y lujuriosa mejor. La casa como símbolo de status social pero más aún la casa como auténtico alter ego. Tengo luego soy y valgo. Tengo (y acumulo) mucho, luego soy y valgo mucho.
He visto unos cuantos vídeos de evangelistas de las tiny house y afirman cosas muy sensatas. Una chica cuenta que vemos las casas como habitaciones que hay que llenar. Tenemos un dormitorio y por lo tanto pensaremos en amueblarlo con una cama, un armario, una cómoda, un galán de noche… La clave está en pensar al revés, en preguntarse qué necesitamos realmente y si un mismo mueble o espacio puede tener varias utilidades según el momento y las necesidades. Esa chica del vídeo estaba muy feliz con su opción porque, según sus propias palabras, gracias a la minicasa, su hogar encaja con su estilo de vida, y su estilo de vida encaja con su hogar.
En las minicasas cuelgan muchas cosas de las paredes, cosas muy útiles, como sillas plegables, televisores de plasma o consolas de vídeojuegos, en vez de cuadros o decoraciones sin utilidad. Y todo está muy ordenado y es que no hay otra opción posible. Antes de mudarse a una minicasa uno ha de someterse a una especie de purga total de sus posesiones. Vivir en una minicasa no significa sin embargo renunciar a ciertos lujos o comodidades de la modernidad. Disponen de los electrodomésticos habituales. He visto neveras, fogones, hornos, lavadoras y secadoras, todo embutido en un pequeño espacio vital.
Según cuentan los testimonios el premio ante tanto desprendimiento, contención y minimalismo es de entrada económico, puesto que una casa más pequeña significa un desembolso menor para comprarla, menos inversión para mantenerla, menos gastos corrientes. Pero hay también otros beneficios asociados como por ejemplo el hecho de ganar tiempo (que antes se necesitaba en limpiar y ordenar) para simplemente vivir, para hacer lo que realmente te gusta e interesa. He visto varios casos de personas felices de tener una minicasa no tanto por el hecho de tenerla como porque eso les permitía ahorrar dinero y por lo tanto viajar, cosa que no podían hacer antes cuando eran propietarios de una «vivienda convencional». La propiedad o para ser más exactos, la hipoteca, les poseía a ellos. Casi podríamos decir que los había esclavizado.
Las tiny houses a la francesa difieren de las americanas en algo esencial. Si los americanos compran una minicasa para plantarla en algún sitio fijo y moverse ellos con libertad, los franceses compran las minicasas para desplazarse con ellas con total libertad. Sus minicasas están montadas sobre ruedas y la primera remonta al 2013. Para el francés se trata de reducir gastos pero también de poder llevar su casa a cuestas. Este verano estuve en los Alpes franceses. En un pueblecito remoto en lo alto de las cumbres alguien había decidido plantar temporalmente su minicasa y abrirla a los visitantes.
Latinyhouse.com se anuncia como el primer constructor francés de tiny houses, que definen como casas ecológicas sobre ruedas. Se lee en su web que no necesitas permiso de construcción sino permiso de conducción. La casa puede remolcarse con una camioneta. En su web venden la idea en múltiples declinaciones: como residencia principal, casa (portátil) de vacaciones, estudio para un joven, habitación para albergar a amigos, habitación para un estudiante (que debe dejar el hogar familiar), casita para un trabajador que debe temporalmente emigrar a otra ciudad o país, habitación para alojarse durante la visita a los abuelos que viven en otra región…
Me pregunté mientras me documentaba si yo podría sumarse a la ola. Yo no soy yo, sino que soy una familia de 5 personas. ¿Es posible hacerlo? Pues encontré familias de 5, precisamente, que habían decidido en Estados Unidos venderse la megacasa para mudarse a una pequeña casa, eso sí, rodeada de un buen terreno. ¿Las razones y los beneficios? Los mismos que hemos visto hasta ahora: liberarse de la hipoteca, disponer de más dinero para otros fines que la simple compra de la casa, liberar tiempo para otras actividades o para la vida de familia. Me gustó el comentario de un padre. Concluía el vídeo diciendo que es posible mudarse a una minicasa con la mujer y los 3 hijos siempre que quieras mucho a tu mujer y a tus hijos. Creo que con esto ya está todo dicho 🙂
Leave a Reply